miércoles, 2 de abril de 2008

OBJETIVIDAD: EL MITO DEL PERIODISMO QUE PERSISTE

Taller de Prensa Uniacc 2007





Nadie sabía lo que iba a ocurrir con la prensa en ese entonces. Era la mañana del 13 de febrero de 1812 y se publicaba la primera edición de la Aurora de Chile bajo la dirección de Fray Camilo Henríquez. Surgía un periodismo político con tinte patriótico, una férrea voluntad por extinguir la ignorancia y una fiel convicción por el espíritu progresista. De ahí a los titulares del año 1973, cuyas frases escuetas y un estilo narrativo que no quería exacerbar más allá de la mera realidad (que ya era muy cruda por sí sola), se perfila una brecha diferencial con el periodismo actual que sólo las une un mito. Las emociones de una época histórica, restringidas en su libertad, dan paso a otra era, donde existe mayor libertad de expresión, pero donde esta misma es la que borra todo intento de informar con objetividad.

En la publicación del jueves 13 de septiembre de 1973, El Mercurio se refiere al Golpe de Estado con el siguiente titular “La Moneda parcialmente destruida”. En el primer párrafo se lee lo siguiente: “El Palacio de la Moneda quedó semidestruido. Desde las 11:30 horas del martes, el edificio construido por el arquitecto Toesca en 178 comenzó a arder por efectos de los cohetes lanzados por aviones Hawker Hunter y proyectiles de tanques….”

Si este mismo acontecimiento ocurriese mañana, lo más probable es que los titulares salpicarían las primeras planas con palabras como “tragedia”, “drama”, “sangriento”, “guerra”; “asalto”, “destrucción”, “suicidio”; etc. Las portadas responderían más a un afán de impactar que de informar. Y es claro; hoy existe una mayor diversidad de medios de comunicación que están disponibles para el público. Esto produce una competencia más severa y difícil de abordar. De ahí que venga esta obsesión (por decir lo menos) de captar la atención de la gente, por medio de un sensacionalismo que hace hincapié en las noticias de accidentes, crímenes, adulterios, enredos políticos y catástrofes de toda índole, al momento de idear un plan de marketing para vender más diarios y noticieros televisados. Un referente para el surgimiento de la farándula y esa manía por ventilar la vida privada de lo ajeno.

El periodismo es hoy más extremista. Las cosas “son” o “no son”. Los términos medios no existen y las palabras como “parcialmente” o “semidestruido” en portadas, simplemente, no venden.

A pesar de la simpleza del artículo publicado por el derechista, católico y conservador “El Mercurio”, la nota impacta; (ojo; es bueno recalcar la cualidad de simpleza debido a la efervescencia del hecho que se está relatando) pero, no precisamente por tener un a tacha efectista, sino por la suavidad en el trato del tema. El texto se mantiene parco y obediente a una línea editorial que se siente; esto, a pesar de las crudas imágenes que muestran a un grupo de militares armados y a una Moneda destruida. Resulta aún más curioso ver cómo el periodista se da el tiempo para enunciar datos históricos sobre la construcción del edificio (en el lead).

El tiempo ha logrado limar restricciones y brindar mayor libertad a la expresión. Aún así, es una puerta abierta que está dejando entrar muchos hechos noticiosos tergiversados o simplemente “exagerados” en su persistencia por captar un nuevo lector.

¿Qué hubiese pensado Fray Camilo Henríquez acerca del fenómeno mediático de la farándula? ¿Qué diría Agustín Edwards Mac-Clure, fundador de El Mercurio de Valparaíso, Las Últimas Noticias, La Estrella de Valparaíso y de revistas como Zig-Zag, Corre Vuela y El Peneca, sobre el periodismo actual? Ambos intelectuales fueron los que sentaron el cimiento para la proliferación periodística en Chile. Henríquez y Edwards fueron los que innovaron en el área, introduciendo nuevas técnicas y, en el caso de este último, avances en el papel, fotografías de calidad, diseños; etc.

El periodismo de 1973 hizo que la sociedad chilena fuese testigo de una manera de comunicar muy contraria a lo que es hoy. Si hoy se exagera en los hechos, ayer se trataba de opacar o “disfrazar” la crudeza de los acontecimientos. En el diario 3era la Hora se podían leer títulos como: “Definitivo: la URSS no viene a Santiago”, “General Pinochet saboreó sopaipillas en la Vega”, “Tierno encuentro entre familiares y detenidos” “Cuentan verdad de muerte de Allende”; entre otras. Son frases y escritos que reflejaban el divisionismo político de la época y el sentido partidista de uno u otro medio. Pensar en la objetividad en una época así, es mito.

Desde el amanecer de la prensa con la “Aurora”, pasando por El Mercurio de Valparaíso que, para algunos, es considerado el primer periódico de habla hispana; aunque el mérito le corresponde a “El peruano”, cuya circulación data de 1825 y en virtud del mismísimo Libertador Simón Bolívar, el periodismo se ha liberado de prejuicios y restricciones; pero no de su “tendencionismo”. Al parecer el concepto de “objetividad” que se ha enseñado como parte de los principios básicos del periodismo, responde más bien a una utopía que sirve como “gancho” publicitario para aumentar credibilidad y ganar más lectores. Ni en el ayer, ni en el hoy, la noción de “ser objetivo” y de relatar los hechos con datos precisos y concisos a fin de que el público saque sus propios conclusiones, es mito. Tal como lo es este escrito.